Página 17 - Ay amor, ya no me quieras tanto

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El secuestro
La situación de los cautivos
tampoco estaba libre de enredos
”.
S
aki
A
A
ntonio
el
secuestro
le llegó en el momento
más oportuno.
Por esos días vivía un idilio y una pasión desa-
forados con Viviana, a quien había conocido tres se-
manas atrás, cuando aún no finiquitaba los trámites
de su divorcio con María Elena, su mujer, quien no
daba el brazo a torcer y parecía querer hacerle la vida
imposible.
Una noche templada, en la cabaña campestre
que poseía a las afueras de la ciudad, Antonio cenaba
con Viviana sobre manteles largos, con vino y a la
luz de las velas, cuando María Elena, quien también
conocía el paraje, se apareció intempestivamente y le
armó un escándalo.
“¿Ya tan rápido me encontraste reemplazo?
¿Quién es esa perra?”, inquirió María Elena en el um-
bral de la puerta, entreabierta, que habría derribado
a manotazos si Antonio no se hubiera levantado a
abrirla. Viviana seguía sentada a la mesa del comedor
principal, sin comprender del todo qué pasaba.
Con medio cuerpo asomado detrás de la puer-
ta, Antonio había recargado un brazo sobre la pared,
como para cerrar el paso a su mujer, pero cuando
reaccionó ella ya se le había escurrido por debajo y